Debido a un panfleto que les ordenaba salir de Argelia, Cauca, ciudadanos venezolanos y otros del Caquetá se desplazaron con sus familias y algunas pocas pertenencias a otras regiones del país.
En vehículos dispuestos por la Administración Municipal, cientos de venezolanos viajaron hacia Popayán, desplazados por amenazas de muerte que aprecieron en un panfleto firmado, al parecer, por el ELN.
Son personas que habitaban los corregimientos de El Plateado, Puerto Rico, La Belleza y Sinaí, huyen por temor a ser ajusticiados. Hasta el momento 85 familias, 278 personas, han abandonado la población.
En lo corrido del año, la disputa territorial entre el ELN, la columna Carlos Patiño de las FARC y algunos grupos paramilitares dejan 80 muertos en un área que tiene más de cinco mil hectáreas sembradas con hoja de coca.
El caso de ‘María’
Hace dos años, ‘María’ como llamaremos por seguridad a la protagonista de esta historia, salió de Venezuela su país natal, motivada por las posibilidades de conseguir en Colombia, un cambio para su vida y la de su familia.
Un primo se había adelantado llegando hasta el municipio de Argelia, en el sur del Cauca. En los cultivos de coca había encontrado una fuente de trabajo.
“Él nos dijo que el trabajo que había era con la coca y es que en los cultivos hay mucho trabajo, incluso nada se detuvo a pesar de la pandemia”, asegura la mujer.
Al llegar al corregimiento de Sinaí, de donde varios ciudadanos venezolanos se han desplazado por amenazas del ELN y otros grupos armados, a ‘María’ lo primero que le mostraron fue la “cartilla”, es decir las normas que debía seguir para no terminar con una bala en su cuerpo.
“Uno se registra y le dicen cuales son los parámetros a seguir, como debe ser el comportamiento y de una vez le van diciendo que si anda haciendo algo malo lo que le espera es bala porque así se trabaja en esta zona”, cuentó la mujer a través de una llamada que sostuvo con RCN Radio, mientras trata de alejarse de las demás personas para que no se note que está dando una entrevista.
De padecer el hambre, de no tener como darles ni siquiera un dulce a sus tres pequeños hijos, ‘María’ empezó a recibir 50 mil pesos por unas cuantas horas de trabajo, algo nada despreciable para volver a empezar. Le tocaba “raspar coca” como se le llama al proceso de quitar las hojas del árbol y en ocasiones abonar o fumigar.
En el caso de su esposo, con mejores condiciones físicas para raspar la coca, podía obtener hasta 150 mil pesos en mediodía de labores. Al igual que gran parte de habitantes de estos municipios con presencia de cultivos de uso ilícito, es una de las pocas alternativas de trabajo, aunque con el riesgo y temor de estar en medio de actores armados.
“Como uno bien conoce cuando ingresó a esta zona, sabe cómo son las cosas y el que lleva las armas es el que tiene el poder y la razón”, narra la ciudadana venezolana.
Lllegaron las amenazas
Los grupos armados que dejan en medio del conflicto a la población civil, les estaban dando un ultimátum para salir de esas tierras. ‘María’ nuevamente perdió lo que había conseguido y sin nada en sus manos, salió del territorio para salvar la vida de su familia.
“No queremos saber nada de la coca, por mucha plata que hay en ese corregimiento no queremos saber de coca. Cuando se pone en peligro la vida hay que buscar otras alternativas”, es la frase con la que termina la entrevista y se dispone para salir con un rumbo incierto.
En el departamento Cauca los programas de sustitución no han tenido avances significativos a pesar de la firma de varios pactos y quienes se ven obligados a cultivar coca o marihuana, tienen toda la voluntad de abandonarlos pero pocas posibilidades de hacerlo.